viernes, 17 de abril de 2009

FOTOGRAFO IMPERTINENTE


       El mismo día de su llegada vió cómo un enorme coche  atropelló a un hombre muy alto que quedó tendido en la calzada, estaba muerto. Corrió para tomar fotos. Su sorpresa y su susto le hicieron temblar el pulso, el hombre se fue recuperando lentamente, terminó de pie y siguió su camino. Alguien le hizo saber, que ese señor en adelante no tendría cinco vidas como los demás sino sólo cuatro. Se disponía a entrar en un restaurante  cuando unos pasos más allá un hombre y una mujer discutían acaloradamente. El primer puñetazo fue de ella. Los golpes siguieron y el hombre sangrando de la nariz terminó rindiéndose. Ambos contendientes debían tener estaturas cercanas a los tres metros. Ya instalado en el restaurante, un parroquiano hablaba solo, pensó que tenía un móvil en algún bolsillo. No. Descubrió que la propia oreja era un teléfono  y que todos los que estaban en ese local tenían la misma protuberancia en una de las orejas. Hallándose nuevamente en la calle y dispuesto a hacer fotos, quedó enormemente impresionado cuando un hombre joven y delgado, cambió bruscamente en señor maduro y grueso, y al poco rato, en anciano de gran vivacidad en la mirada. No faltó quien le comunicara que todo ser humano tenía la facultad de cambiar en el momento que quisiera, su imagen trocaba  por la de su padre o la de su abuelo. Y se sorprendió aun más cuando vio un hombre también de tres metros, elevándose como globo relleno de helio. Tuvo la explicación, se estaba probando un nuevo invento que eliminaba la fuerza de la gravedad en el momento en que se necesitara. Más le sorprendió la violencia de los niños, y cuando quiso fotografiar cómo varios chicos de unos ocho años cada uno, golpeaban a una anciana y le robaban la cartera.  Nadie intervino, a nadie le importó la pobre mujer tirada en el suelo.   Hizo algunas fotos,  temblaba como si estuviera muerto de frío. Veinticuatro horas después decidió abandonar el futuro.



C. Meneses


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